domingo, 16 de abril de 2023

Yo diría que es un texto incompleto de algo que podría derivar en una introducción sobre alguna cosa

 Hace algo más de tres años que inicié oficialmente mi vida de mujer inmigrante. Es importante llamar las cosas como son. Trabajo en un espacio internacional en donde interactúo día a día con personas provenientes de distintas culturas y muchas veces, siento como nuestros discursos están llenos de prejuicios, de paternalismo, de discriminaciones, de racismo... todo camuflado en la linda idea de la cooperación, de la colaboración y muchas veces todo me parece simplemente palabras llenas de vacío, de eufemismos que no hacen más que contribuir a la reproducción de desigualdades sociales, de desigualdades políticas y de la perpetuación del poder. 

Provengo de un país que ha estado en vías de desarrollo desde que tengo uso de razón, y mientras más entiendo de política, de macroeconomía... más convencida estoy de que es muy difícil que ese "estado" vaya a cambiar algún día si el status quo permanece como tal, si las formas de relacionarnos política  y económicamente se mantienen como hasta ahora. 

Muchas veces me cuestiono y me llena de dolor el vivir en un territorio en donde hay una gran concentración de poder político y económico. Me duele porque a ratos me digo quizás en mi país podría estar haciendo cosas más concretas para cambiarlo, para mejorarlo, para hacer que tengamos un papel más preponderante dentro de la sociedad global. Y me pregunto al mismo tiempo, ¿por qué tengo que ser yo ese ser que busque hacer dichas transformaciones? 

La verdad es que me cuesta aislarme de mi historia personal y evitar contextualizarla en el momento en el cual crecí y en el que hoy me encuentro. Incluso percibo que tengo una especie de "ensalada surtida" en mi cabeza que se compone de muchas ideas, pensamientos, descubrimientos y sentires que hacen que no encuentre exactamente las palabras para expresar con claridad cómo percibo el mundo. Y de qué manera quiero vincularme con él. Me resulta abrumador tratar de iniciar un solo camino a través del cual pueda de alguna manera comenzar a desenredar la maraña de cuestiones que dan vuelta sin cesar dentro de mi cabeza. 

Inicié, lo que sea en que se transforme este texto, aludiendo a mi identidad como la de mujer y mujer inmigrante. ¿Por qué considero necesario utilizar dichos adjetivos para identificarme, para clasificarme? Considero que es importante definirnos, pero más que definirnos, situarnos. Ubicarnos dentro de un espacio a través del cual queramos expresarnos. Creo que una de mis clases de metodología de la investigación fue esclarecedora en este punto. No podemos abarcar todo y cuando queremos hablar de algún fenómeno utilizamos un marco teórico para situarnos, para guiarnos en el proceso de investigación, el marco será la referencia desde la cual miraremos un fenómeno determinado, una situación determinada. 

Personalmente, identificarme como mujer y como inmigrante, me permite poder situarme y situarles a ustedes, en dicho marco. Marco a través del cual compartiré algunas de mis ideas, vomitaré algunos pensamientos que quizás terminen siendo algo más que aquello. Sobre la capacidad de análisis, aún no estoy segura si logro llegar a complejizar mis ideas para que maduren lo suficiente como para que sea fácil de hacerme entender. Analizar: aún me cuesta aceptar si logro o no hacer ese ejercicio tan complejo.

La verdad es que me pasa que tanto han pesado las limitaciones externas, que presiento que me he creído por mucho tiempo que carezco de voz, de la capacidad de desarrollar ideas y, en definitiva, de expresarlas con claridad. ¿Será tan así? la complejidad y la velocidad con la que mis pensamientos me atraviesan que no me permite seguir por un solo hilo conductor,  me genera esa sensación constante de una falta de rigor que me impide ir más allá. Por eso dudo. 

Pero me gusta escribir, me gusta pensar que hay alguien por ahí a quien le pueda resultar interesante leerme, que lo que escribo tiene una resonancia, sentido. Incluso si ese alguien es mi yo del futuro, quien se reencuentra con mi versión un poco abrumada por todo la información que toca digerir. 

Creo que es momento de adentrarme en esta identidad de mujer que me atribuyo. Qué significa para mi ser mujer. Es más, ser la única mujer entre todos mis hermanos. Quizás, si pienso que lo que escribo llegará a miles de personas, sea necesario hacer una presentación. ¿Qué difícil, no? Soy mujer, chilena, tengo treinta y tres años, soy hermana melliza, tengo tres hermanos más. Mis mapadres están aún vivos. 

miércoles, 31 de agosto de 2022

¿Por qué voto Apruebo?

Estoy de vacaciones. Qué rico ¿no? Y lo he pasado increíble. Mucho sol, playa, comida rica, mucho tuto, mucho regaloneo y por sobre todo "mucho Chile". Pero no se confundan, sigo en Francia. Con mucho Chile me refiero a: muchas redes sociales, muchos programas de televisión, harto Café con Nata, La Voz de Los que Sobran, mucho meme. Modo "full campaña" en miras al plebiscito de salida. Sí, en cuatro días tenemos elecciones en Chile, nuevamente. Y voy con todo. Sin más introducción: APRUEBO la nueva propuesta de constitución y lo hago feliz y llena de esperanza. 
¿Por qué "Apruebo"? Me hago esta pregunta, y la
respuesta es tan amplia que no sé muy bien por donde empezar. Porque hay tanto que decir. 

Es ya sabido por quienes me han leído antes o quienes me conocen, que provengo de una familia humilde. De campo. Muy orgullosos, de tradición huasa. Mis mapadres son personas que con mucho trabajo hicieron lo que pudieron para sacar adelante a una familia con cinco hijes. Cinco, ¿pueden imaginar lo difícil que es criar cinco hijos en Chile? Les cuento: hoy como adulta miro todo lo que hicieron mis mapadres y no me parece en lo  absoluto extraño que ya no estén juntos, les tocó super dura tarea. Recuerdo de niña que enfermarse era un problema, que cuando llegaba marzo había peleas. Que siempre a última hora llegaba la plata para comprar uniformes, libros, zapatos. Era común usar cosas sin marcas, porque comprar marca era imposible. Hoy miro desde lejos mucha precariedad. Pero en su momento, no recuerdo haberla sentido tan así. Era normal que las discusiones de mis mapadres fuera por plata. Que hay que pagar el arriendo, que hay que pagar las cuotas del curso. Que a X se le rompieron los zapatos, que a Y le queda chica la parca, etc. Y a veces realmente no había plata. En la época de la U, marzo era una hecatombe económica. Partamos de la base que con mis hermanos trabajábamos mientras estudiábamos, que a veces no había plata para el arriendo, para el pasaje, que costaba mucho juntar la plata de la matrícula y algunos estudiamos becados y con Fondo Solidario (¡menos mal que no tuvimos CAE!). Que muchas veces llamé a mi papá para pedirle plata y no tenía o que otras veces él me llamaba para que le transfiriera parte de mi mesada a alguno de mis hermanos, porque había que ayudarse entre sí. Es importante agregar que de los cinco hijes, sólo tres logramos llegar a la universidad. Sí, primera generación. ¿Qué pasó con los otros dos? Uno dejó la escuela y se puso a trabajar con mi padre. El otro, siguió la vía del técnico profesional y se puso a trabajar de inmediato una vez que egresó de la educación media.

Fotografía del mural hecho por el Comando delApruebo en París.
Me da pudor hablar  tan directamente de las carencias. Pero no debería. Ser pobre no es deshonesto y dentro de Chile somos una gran mayoría que vive de manera precarizada. Y porqué digo ser pobre, pues porque pertenecemos a ese grupo social que quizás no vive con el sueldo mínimo, pero al que sin embargo aún le sigue costando llegar a fin de mes. Y porque no le tengo miedo a ese término. Lo miro de frente, lo crearon los "expertos" crearon a los pobres y a la clase media, que finalmente es una clase también empobrecida. La precariedad fue mi realidad por mucho tiempo. Hacer la bicicleta todos los meses, pasar los últimos días del mes con la platita justa pa'l pasaje. Que llegue el sueldo y repartirlo pagando cuentas y quedarme con la mitad en las manos para seguir viviendo el resto del mes.

Para mi esa realidad cambió, pero fue algo circunstancial y también un tema de "aventurarse". Esa es herencia de la familia, el moverse... el salir a "buscar la vida". Me fui de Chile a conocer otra realidad, porque sabía que había algo mejor para mí. Estaba media cansada de trabajar con un sueldo "bueno" pero que no me permitía hacer mucho. Sin mayores ataduras, decidí emigrar porque tengo herramientas que me lo permiten: hablo inglés y francés fluido. Así que me agarré de la opción que tenía a la mano para viajar a Francia a descubrir... Lo hice de forma segura, lo hice con un trabajo estable. Lo hice sin miedo... y realmente, a pesar de ser una mujer migrante, mi condición y calidad de vida cambiaron. Y cambiaron para bien. Ahora con un poco más de perspectiva me pregunto, ¿Cómo llegó ese cambio?

Honestamente, soy una convencida que nuestra vida cotidiana está marcada por la política y sus dirigentes. Está marcada por las decisiones que unos pocos toman para reglamentar nuestras vidas. Sí, lo que sucede a nuestro alrededor es tan potente como las decisiones personales. Yo no creo en la cultura del arreglárselas como se pueda. Ya no. Me aterra eso de rascarse con las propias uñas... es tan injusto. Cuando vivía en Chile, estaba (y está) todo marcado por la élite política y económica. Aquí en Francia, es la misma cuestión. Yo, a muy temprana edad me interesé por conocer más sobre política. La universidad fue mi gran escuela, tanto en la UdeC como en la Ufro. De hecho, el 2020 cuando empecé un diplomado en estudios latinoamericanos en la Universidad Sorbonne Nouvelle (aquí en Francia), descubrí que la economía es tremendamente atractiva como ciencia social (sí... es una ciencia social).  En mis clases de historia latinoamericana, de economía (macroeconomía) de ciencias políticas, junto con todo el capital cultural que traigo a cuestas, más mis 30 años viviendo en Chile, me permitieron comprender que la sola forma de hacer cambios significativos es a través de la distribución del poder y también de la riqueza. Pero qué difícil. Qué difícil cuando la historia de nuestro continente está marcada por por el atropello, por la deshumanización, por las desapariciones y por una violencia que congela. Así estuvimos mucho tiempo. Congelades. Algunos dicen dormidos, porque a partir del Estallido Social: despertamos. 

Hoy vivo en un país que tiene un Estado social que garantiza derechos fundamentales (aunque actualmente, el vuelco hacia el neoliberalismo está destruyendo el sistema francés, pero esperemos que la gente no permita que eso suceda y no les pase lo mismo que a nosotros). Lo diré en simple: aunque el costo de vida es más caro, mi trabajo me permite vivir dignamente. El sueldo alcanza, a pesar de que pago "harta plata" todos los meses por concepto de cotizaciones sociales, salud, etc. Me queda sueldo a final de mes. Me queda sueldo para ahorrar. Por primera vez en la vida. Me demoré meses en darme cuenta. Tener un colchoncito por primera vez, trajo consigo un mejoramiento en mi salud mental. No se imaginan lo que "relaja" llegar a fin de mes con plata en los bolsillos. Con plata... no hablo de chauchas... digo, quedar con un colchoncito al que se pueda recurrir en caso de cualquier eventualidad. Y nutro ese colchoncito día a día porque sé lo angustiante que es "no tener ni uno". No soy millonaria, soy una trabajadora que depende del sueldo que recibe mes a mes. 

¿Por qué voto Apruebo? Leí completita la propuesta de nueva Constitución. Seguí el proceso. He participado de todas las elecciones que el sistema actual me permite estando en el extranjero. Una amiga me trajo la propuesta y me leí en un ratito todo los capítulos referentes a los derechos fundamentales. Y les confieso, lloré. Reí y lloré. Como dicen por ahí escritores y cineastas "mi país imaginario". Se lee tan lindo el papel. Y pensé, es como donde vivo ahora. Guardando las proporciones, claro. Pero se acerca a eso. Cuando hablamos de que la Constitución busca garantizar derechos sociales básicos. Que busca que las mujeres, niños, niñas, adolescentes, diversidades y disidencias sexuales y de género podrán vivir en un país libre de violencia, me emociona hasta las lágrimas. Porque siendo mujer, víctima del sistema opresor, de la sociedad que nos ningunea día a día, porque fui víctima de violencia machista, me emociona saber que al menos intentaremos construir una sociedad en donde seamos consideradas, considerados, considerades, y en una sociedad en por fin aprendamos a respetarnos simplemente porque somos personas. Porque hay espacio para cada persona. Cuando leo que los pueblos originarios serán reconocidos, que la naturaleza y recursos naturales serán protegidos, que el agua dejará de ser un bien privado y pasará a ser un bien público, me emociono. 

Cuando leo que la nueva constitución busca distribuir tanto el poder como la riqueza, me conmuevo. Me acuerdo de mi versión infantil. Me acuerdo de esa niña, de esa adolescente que vivió carencias. Que se preocupó en cómo hacer para poder estudiar cuando debería haber disfrutado de su adolescencia de otra manera. Hace tres años que no vivo en Chile, pero mi cuerpo, mi salud mental siguen aún sintiendo los dolores de la injusticia social. Suena extraño, ¿no? pero las terapias que puedo pagar, los problemas de relación con la comida, el estrés constante y el no saber disfrutar sin culpas. Es producto en gran medida del "modo supervivencia" bajo el cual viví por tantos años. El modelo bajo el cual hoy viven mi familia, mis amigues, tantas personas que están agotadas porque el cuerpo no da más. Ya no resistimos más injusticia. Voto apruebo por las nuevas generaciones. Yo no sé si volveré un día a vivir a Chile (obvio que estoy que corto las huinchas por ir lo antes posible a abrazar a esa gente hermosa que tanto amo). Pero mi familia sigue ahí. Mis amigues y sus hijes. Por los niños, niñas y adolescentes que están sufriendo hoy. Por esas guaguas que acaban de nacer... por esas personas. Por la recuperación de la dignidad. Voto apruebo por mi, como una forma de reparación a mi versión más joven. Porque nos lo merecemos. Porque ya fue suficiente. 


domingo, 12 de diciembre de 2021

¿Cómo veo las elecciones?

Es difícil hacer campaña estando lejos del territorio. Si estuviera en Chile, habría hecho el famoso puerta a puerta y feliz me pondría el jockey de Gabriel Boric para protegerme del calor. Habría salido a las calles, porque me gustan. Las extraño. Soy una buena hija de la UdeC pero por sobre todo soy una buena hija de mi familia y de mi círculo. Nací en una región muy rural. De familia de pueblo chico. Jamás con plata, jamás con bienes.

Aún no tengo claro el norte de este "post" porque hace semanas, quizás meses... probablemente años, tengo esta molestia visceral en mi estómago y en la espalda... Desde la revuelta social. Desde el resultado del Apruebo, desde que vi a la Presidenta Mapuche de la Convención Constituyente electa . Todos eventos que se dieron justamente desde que estoy fuera de Chile. Es fuerte ver todo desde afuera, ser espectadora de los cambios que están gestándose y que en tantas ocasiones seudo teorizamos con amigos y amigas cuando hablábamos de política. Me cuesta escribir, porque ¿quién soy yo para hacerlo?

Miro con angustia y con cierta esperanza lo que pasa en la campaña de la segunda vuelta en donde hay dos opciones de candidatos en las que nos jugamos la democracia y la paz social en nuestro país. Y mi versión cristiana católica del pasado, mi versión de estudiante cansada, de niña cansada, mi versión de mujer que ha sufrido los dolores que generan el patriarcado, me interpelan. Me invitan a no ser tibia, me instan a que escriba, a que grite a, que diga que necesitamos paz, calma y por sobre todo cambios profundos para lograr un poco de justicia social. Estando en el extranjero he contado mil veces sobre las desigualdades sociales de nuestro país desde mi experiencia personal, tratando de dar a conocer que las maravillas del neoliberalismo nos ha transformado en esclavos de un sistema que nos mantiene oprimidos y dependientes de una cadena de abusos sin fin.

Hablo con mi familia y amigos y la precariedad, el miedo al perder la única fuente de ingresos (seas empleado, emprendedor, trabajador irregular), es constante. Y veo la inestabilidad en todos los aspectos de la vida. Conozco a personas maravillosas, que trabajan y estudian y aún así, todo el sacrificio no les permite siquiera descansar en la posibilidad de un contrato de trabajo digno. Leo muy seguido a vecinas de la infancia quejarse por la precaria e indigna salud pública y por el otro lado conozco a profesionales de la salud que se desviven por proveer el mejor servicio que pueden con los pocos recursos que tienen, y ¿dónde está el punto de encuentro?

No quiero continuar escribiendo ni justificando razones por las cuales yo optaré por un candidato. Pero con la guata apretada y a una semana de las elecciones les digo: NO da lo mismo por quien votar. Lloré el 2017 cuando ganó el Señor Piñera, y el tiempo nos enseñó que no le tiritó la mano para cegar a cientos de personas. Para violar Derechos Humanos, tal como lo hico Pinochet en Dictadura. NO da lo mismo por quién votar porque se juega nuestra vida en ello. Y no exagero. La vida de mi familia, de mis amigos está en riesgo. Las condiciones de trabajo, la estabilidad económica. Hay que entender que la crisis del capitalismo es mundial. Que la crisis económica afectará a quien gobierne, pero no da lo mismo si el que gobierna planea reducir impuestos y además aumentar el porcentaje de fondos de AFP con carga a los trabajadores. NO da lo mismo si la persona tiene una visión de respeto hacia las personas y quien tiene lo económico como eje preferencial. Yo creo que hay que decir basta a tener como un único eje el aspecto económico. Lo humano es tanto y más relevante. Porque la ética de un candidato puede hacer enormes distinciones al momento de gobernar.

Yo voy por el candidato Gabriel Boric porque entiendo que el próximo gobierno es un gobierno de transición, porque creo que él y su coalición política van a resguardar que la primera Constitución redactada en democracia llegue a buen puerto y seamos nosotros quien podamos decidir si la aceptamos o no. Si usted tiene miedo por ambos candidatos (sea cual sea su razón), con toda humildad lo/la invito a votar por Boric, porque aunque usted no confíe en su proyecto de gobierno, debido a cómo el poder está distribuido en nuestro país, con el congreso recién electo, no podrá hacer todos los cambios de la forma en la que están expresados en su programa y requerirá de muchos acuerdos y consensos. Dichos acuerdos, al menos en el congreso, se verán afectados por los parlamentarios del partido de extrema derecha que estarán presente para hacer el frente y frenar los procesos. En mi opinión de ciudadana común y corriente, considero que Gabriel Boric y Apruebo dignidad podrán permitir un poco más de paz social ante los procesos de profunda transformación que Chile está atravesando.

Podría escribir sobre argumentos concretos, claros de la solidez del programa del candidato de Apruebo Dignidad, hay mucho material, hay muchos conceptos "progres" como: gobierno feminista, ecológico, etc. pero creo que esos argumentos lamentablemente, no son suficientes para cautivar a los no votantes. Hoy la elección es más emotiva, es visceral, como ese nudo en la guata que tengo hace semanas, meses. Mantengo mi llamando a la esperanza Boric y su equipo me dan esa confianza de cuatro años de transición, porque los cambios profundos no pueden hacerse todos en un solo período presidencial.

Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer hasta aquí. Y "seguimos!" a votar 1

sábado, 9 de mayo de 2020

Desde mi ventana

La última vez que escribí mi mundo estaba revuelto por las manifestaciones sociales que comenzaron en Chile el 18 de octubre. De hecho ya han pasado casi siete meses y en Chile la crisis continúa, agudizándose aún más con la crisis sanitaria que nos avecina. Sí, hablo del Corona Virus y de los estragos que ya comienza a producir en el sistema de salud chileno.  Una actualización: la Carmela continúa en Francia, en este pueblo que se llama Denain y debido al contexto pandémico que afecta a todo el mundo, tanto a nivel sanitario como económico, hoy luego de más de cincuenta días de encierro me atrevo a escribir para compartir un poco "como vivo la crisis" (mentira, no les contaré esos detalles solo un hecho puntual con la lluvia). En realidad, más que los ires y devenires y la gran incertidumbre que nos circunda a muchos por estos días, por segunda vez en mi vida estoy experimentando un verano en el viejo continente (aunque técnicamente aún estamos en primavera). Y hoy una tarde de encierro de día sábado (normalmente no uso mi notebook los fines de semana, pero ¡qué va, tengo ganas de escribir!) me encuentro nuevamente con esta particularidad de experimentar un sol exquisito seguido de una grata lluvia. Pensé en Rumania cuando el cielo del norte de Francia comenzaba de a poquito a nublarse, de a poquito comencé  sentir que la humedad aumentaba y mientras intentaba continuar leyendo el Segundo Sexo (es un libro que leo por partes, porque hay mucha información importante que procesar), comienzo a sentir las gotas caer... Ha sido una lluvia ligera, que desde el encierro del confinamiento y la seguridad de mi ventana me ha regalado un recuerdo bonito de las muchas tormentas que me permitían huir de los tiempos de crisis de aquél entonces, en aquella Cluj de hace cuatro años. 

Hoy la lluvia me transporta a esa ciudad y también me conecta con mis tierras, tan lejanas hoy. ¿Les pasa que el olor a tierra mojada les trae recuerdos de infancia? A mi sí. Me trae recuerdos de Teno, de El Guanaco y el grito de mi mamá "La rooooopa, ayúdenme a recoger la ropa", recuerdos de Concepción  y las veces en que una nube juguetona me empapó  mientras deambulaba por el campus y que luego burlona seguía su ritmo mientras el sol volvía a alumbrar. Claramente una burla para los muchos estudiantes que mojados, buscábamos el radiador más cercano y dentro de lo posible libre, para secar nuestras ropas. También recuerdo mucho a Temuco, ¡tanto que me gusta esa ciudad! Muchas veces salí a caminar bajo la lluvia, hacía el recorrido desde la oficina hasta mi casa bajo el agua, a veces bajo un paraguas gigante que me permitía mantener esa distancia social que entonces era voluntaria y que hoy es la impuesta manera de relacionarnos. Hace unos días atrás viví el mismo fenómeno de día soleado, pero esa vez acompañado de una tormenta eléctrica que explotó y me hizo conectar quizás con ese rincón salvaje que llevo dentro. Surgió esa sensación de querer salir al patio del edificio, que por lo demás tiene un par de árboles hermosos y un poco de pasto, para correr a pies descalzos... No sé si tienen el mismo imaginario de la mujer con vestido tipo solera, liviano, que se mueve al viento con facilidad, la típica imagen de película gringa o de teleserie mexicana (no sé porqué me vino a la cabeza la imagen de Thalía en esas pintas pero llorando por algún drama con el típico macho (fernando Colunga), la relación romántica malograda en la que los enamorados sufren hasta que logran estar juntos en un seudo "felices por siempre" dentro del mundo patriarcal) en la que se erotiza a la mujer bajo la lluvia. Sin embargo, yo conecté a través de esa imagen con la naturaleza. Digo que me conecté, pues, en esa conjugación de lluvia-tierra-pies descalzos, siento que la mezcla de aromas que emergen de la combinación humedad-tierra- pavimento podrían tener alguna relación con nuestro lado más primitivo.

Cuando digo "nuestro" claramente me refiero a esa conexión con lo femenino: mujer-tierra. La verdad, últimamente me siento muy conectada con eso, quizás el encierro de tanto días hace que inconscientemente me sienta más atraída de lo normal por la naturaleza, puede que sean los tantos meses lejos de Chile, de mi gente que hace que en los olores de "campo" los extrañe y los sienta más cerca que nunca. Puede ser que simplemente el encierro ya tiene sus efectos y el aire libre, fresco, una caminata por aquí por allá se estén haciendo más necesarias que nunca. Retomando esta idea de la mujer en vestido de verano con pies descalzos al aire libre y disfrutando de la lluvia, les cuento que seguirá ahí en el imaginario de la lista de "pendientes" porque claramente no fui a apoderarme de esas ganas de conectarme con la tierra. Es segunda vez que me pasa que tengo quiero salir corriendo a recibir el agua. Tal vez como diría por ahí una buena amiga: "Vale tienes que escuchar al cuerpo y salir a mojarte a pata pela'!". Veamos si me atrevo a salir a disfrutar cuando me encuentre con la tercera lluvia o tormenta de verano en estos tiempos de cuarentena. 

domingo, 10 de noviembre de 2019

La revolución de Chile mientras ando "Carmeleando"

Hace 23 días que comenzó la revolución en Chile, sí. Diré por primera vez "REVOLUCIÓN" fuerte y claro. Y me pilló en Denain, una de las comunas más pobres de Francia, donde actualmente me encuentro trabajando en una escuela "básica" y un "Liceo" apoyando a los profesores de español. ¿Cómo llegué a eso? la verdad es que es historia para otra ocasión. Simplemente diré: estoy cumpliendo un sueño, de esos que tantas veces esculpimos con las palabras pero que en muchas ocasiones son casi imposibles de realizar... 

Y aquí viene la historia del origen de la Carmela, a quien siempre saco al baile, pues bien, Carmela hace referencia a una mujer de campo, San Rosendo, que se fue a vivir a la ciudad. Es uno de los personajes principales de la gran obra de teatro "La pérgola de las flores" escrita por Isidora Aguirre. Entonces, ¿qué relación tiene la Carmela conmigo? Es muy simple: yo también soy una mujer que creció en el campo y luego en un pueblo pequeño llamado Teno y desde ahí migré, a mis 18 años, a la ciudad de Concepción. Hasta ahí la referencia de la Carmela tiene lógica, pero durante estos días de protesta masiva, de violencia, de impotencia y rabia... Me pregunté, ¿por qué me siento tan identificada con ella?... Y creo que la figura de la Carmela tiene un sentido mucho más profundo... 

La verdad mi relación con la Carmela, surge de la identificación con una mujer de pueblo, entiéndase por pueblo como al grupo mayoritario de personas que no pertenecemos a la oligarquía, nace de mi necesidad personal de mantenerme anclada a mis raíces, sin importar donde me encuentre. A mis 30 años es bastante difícil lidiar con todo lo que he vivido a lo largo de esta vida, pues, como pueden darse cuenta al hacer los cálculos, nací cuando la dictadura terminó. Soy hija de la "democracia", del desarrollo y acentuación del modelo económico que si bien en los años 90 no me permitía ver con claridad sus beneficios, estos fueron haciéndose más evidentes en los 2000 y para qué decir cómo ha impactado en mi vida en los últimos 10 años, generándome un sinfín de contradicciones. Sin embargo, siempre tuve y he tenido esa sensación de "pobreza". Provengo de una familia numerosa, de padres que crecieron en dictadura, obedeciendo a la institucionalidad, de familia conservadora en lo político y lo moral (aunque dependiendo desde dónde se ejercía dicha moralidad) también muy machista (machismo proveniente tanto de los hombres como de las mujeres). Crecí en el campo, sometida a las reglas de mi padre, sometida también a las reglas y el gran sentimiento de culpa que inculca el catolicismo (mi madre me llevó a la iglesia y me quedé en ella a rezar por toda mi adolescencia.... y parte de mi vida universitaria (pero esa es una historia re linda de vida comunitaria, la de la U). La verdad es que no sé si ir tanto a los detalles o centrarme en lo que sucede hoy. La cosa es que luego de mucho planificar mi vida, como toda virgo empedernida, cada vez que me propongo una meta, esta se cumple y eso me ha llevado a encontrarme, precisamente en Francia, disfrutando de los beneficios de vivir en el "primer mundo".

Para retomar el hilo del párrafo anterior, agregaré que nací el 11 de septiembre (del 1989), cuando la fecha aún era feriado (maldita conmemoración al Golpe) y eso ha significado en mí una conexión muy profunda con el mundo político, desde muy temprana edad. Por ejemplo, mi padre toda la vida compartió su gusto por la historia conmigo y me acompañó en el descubrir de nuestra propia historia, la de Chile... la que se construyó gracias a los hermanos Carrera, la nación de O'Higgins y de tantos otros, como mi favorito el Guerrillero, Manuel Rodríguez... y qué casualidad que justamente él resultara entre mis favoritos, ya que por cierto, conocí el lado escrito por autores conservadores y de la historia de "derecha" bueno... entre historia y el colegio... Llegó la Revolución Pingüina el 2006, de la que participamos en nuestro pueblo, entre muchas cosas, bajo una situación confusa... entre que nos movilizamos en el colegio en donde estudiábamos o pseudo fuimos guardianes de él  ( a pedido de los directivos) por miedo a que fuera tomado por otros estudiantes. Fue muy extraña esa movilización, pero al menos entendí de qué se trataba y se me develó otra parte de la historia, la de los trabajadores, de los oprimidos, la de los huachos... Varios años después, el 2011, la movilización que duró (para los que estuvimos en Conce) siete meses, fue una hermosa escuela de formación política. Aunque todos sabemos que muchos estudiantes toman las movilizaciones, al menos en ese entonces, como mini vacaciones (que no tuvieron nada de mini esa vez). Sin embargo, con mis amigas y amigos cercanos participamos y nos movilizamos reclamando nuestro derecho a la educación pública, de calidad y gratuita... Y bueno como ya saben, nos engañaron otra vez y crearon la nueva beca que se llama gratuidad y que incluso beneficia a las universidades privadas. Como ven siempre la letra chica, siempre la pata encima por parte del gobierno de turno a los activistas sociales... Es su costumbre, incluso forma parte de nuestra cotidianidad preguntar por la "letra chica" cada vez que surge una nueva ley, sea en "beneficio" social o no.

Pero lo que sucede hace más de tres semanas en Chile es una historia nueva. Si bien comenzó por el alza  del pasaje del Metro de Santiago en $30 pesos, la respuesta represora del gobierno de Sebastián Piñera, fue la gota que derramó el vaso y generó esta revolución social (que sí tiene precedentes) pero que no se vivía en nuestro país desde el Plebiscito del 88. Hoy desde Francia observo a Chile con orgullo, impotencia y rabia. Orgullo porque la gente está tomándose nuevamente los espacios públicos, están ocupándolos y hablando de política, es hermoso ver que todo lo que experimenté el 2011, participando en el movimiento estudiantil, hoy se replica con creces y se grita más fuerte que nunca que estamos cansados de las injusticias sociales. Este estallido social nos pertenece solo a nosotros a la gente que mueve Chile día a día, a sus trabajadores, que hemos sido ninguneados y mirados en menos, pero que con nuestro trabajo hemos enriquecido al país, que mal distribuye dicha riqueza (¿les suena la AFP?). Me incluyo, porque estar en Francia es netamente circunstancial... Mi corazón está junto a mi familia, mis amigos, mis compañeros del magister... excolegas... Siento orgullo de que nuestra gente se haya atrevido a reclamar lo que nos pertenece por derecho luego de 30 años de silencio... Me siento orgullosa de esas generaciones que no tienen el miedo que hoy sienten nuestros padres, miedo que revive a partir de los traumas de la dictadura. Y quisiera compartir que escribo porque mis pensamientos me vuelven loca... Me está afectando de manera enfermiza no poder echar afuera lo que siento. Llamo a mis amigos, familiares e incluso converso con mis colegas sobre lo que pasa... Pero no es suficiente, ver con impotencia y rabia la sordera del gobierno y entender ademas, que en realidad no es sordera sino más bien, una estrategia para apelar al agotamiento. Simplemente porque su ceguera no les permite ver que ya no nos callaremos más. Y esta sensación que describo, es compartida con los muchos otros inmigrantes chilenos que he conocido en esta aventura de casi dos meses.

Me conecto con la Carmela, mi alter ego de origen, para que no se me olvide que crecí sin privilegios, que hoy pseudo tengo gracias a mis estudios universitarios, y a esta figura de quasi funcionaria pública del Ministerio de Educación Nacional francés. Soy de la primera generación que llegó a la universidad y además con postgrado. Aún así, con lo fastuoso que puede resultar ser una persona "educada" en Chile, no tengo estabilidad laboral, cargo a cuestas créditos, a pesar de la Beca y veo con impotencia que tampoco puedo ayudar a mi familia, mi madre que gana el sueldo mínimo bruto, cero esperanza de adquirir una casa, porque siempre he boleteado... He tenido que aprender, junto a mis hermanos también universitarios (algunos de ellos) a discriminar cuáles son las prioridades mes a mes, porque no alcanza.... Tal como no les alcanzaba a mis padres mientras nos criaban, aún hoy hacen malabares.

Me conecto con la Carmela, porque hoy vivo en un país que siempre quise visitar en donde pago 13 euros mensuales (unos $10.500 aprox.) por usar de forma ilimitada el transporte público, contra los más de 30 mil que pagaba en Chile. En este país recibo apoyo económico porque mi salario es menor al mínimo (proporcional a las hrs de trabajo) y nadie cuestiona mi acceso a beneficios sociales por ser extranjera.  

Apelo a esa Carmela que llevo dentro, porque siento en mi experiencia de vida, el frío, el cansancio, carencias de lo básico... Porque viví los problemas psicológicos que afectan a nuestro país en todas las edades. Tenemos una salud mental y física deplorable y es el sistema que nos tiene enfermos. Apelo a esa Carmela, para enseñarle que está bien denunciar fuerte los atropellos a los DD.HH. que está bien reclamar por vivir una vida digna, apelo a mi Carmela doliente, para decirle que está bien luchar por  un país más justo. Y también apelo a esa Carmela, porque quiero cantar el "Baile de los que sobran" sin culpa, sin dolor por encontrarme gozando de los derechos básicos que otro país me proporciona. Finalmente, con mi espíritu Carmela, andamos descubriendo mejores formas de vida, estamos aprendiendo lo que podría servir para mejorar Chile y luego aportar en la construcción de ese país que soñamos los miles de chilenos movilizados.

¡Aguanten los que luchan!, sí también pienso en las alamedas que se abrieron y que hoy pertenecen a la gente, sería hermoso que Plaza Italia pase a ser la Plaza de la Dignidad.

#Justicia para Roberto
#ChileDespertó
#ChileViolatesHumanRights

¡Ojo, el gobierno está mutilando a los manifestantes!

Gracias por leer.

miércoles, 13 de julio de 2016

El primer "Cultural Shock": Bucarest-Cluj


Hace seis meses mi vida era completamente distinta. Figuraba en Temuco, terminando un año muy agotador pero lleno de alegrías, independiente de la pega, tenía una satisfacción personal porque estaba haciendo algo que quería, porque había encontrado mi nichito en la academia. En ese contexto, se abrió un concurso para hacer un semestre en Rumanía como estudiante Erasmus. Postulé, pasé por todo el proceso de selección y fui la escogida. Rumanía, Rumanía... ¿Dónde queda? (Ok, se que es Europa), conocidos me decían: Qué bacán podrás ir a visitar el castillo de Drácula, ten cuidado con los vampiros, ¿Cómo lo harás con el idioma? Chuta, tantas preguntas y yo sin responder a ninguna. Bueno, la ubicación era cosa de googlearla: Europa del Este (no es un dato menor, considerando que cuando pensaba en Europa siempre miré hacia Europa occidental: Francia, Bélgica, Alemania, Reino Unido, etc.). Respecto al castillo de Drácula, eh... Bueno aún no lo visito y en cuanto al idioma, siempre lo pensé como algo en lo que eventualmente necesitaré para comprar pan pero no en la U porque mis clases serían todas en inglés (acá los rumanos casi todos hablan inglés, con excepción de los adultos pasados los cuarenta años, ahí empieza a reducirse los angloparlantes). 

Así sin más tuve diciembre, enero y febrero, digamos, para preparar todo, se venía la burocracia chiquillos y vaya que hincha las pelotas el tema del papeleo: por ejemplo, que de una universidad decían una cosa, que de la otra decían otra. Que los pasajes, que los cursos para convalidar, que el pasaporte (sí, me compré el pasaporte con el nuevo valor, la mala cue... porque me costó casi noventa lucas y entre un pasaporte de 32 págs. y uno de 64 la diferencia eran miserables $300). Lo positivo de todo es que no era la única que viajaba, pues, tuve la suerte de viajar con una compañera de universidad. Fue la raja porque nos caímos bien de inmediato, aunque ella pensó que yo era una psicópata, pero eso es otro cuento jajaja.

Un punto que no es menor y que es necesario mencionar: mi experiencia como viajera en el extranjero se remite a una semana en Bariloche (típica gira de estudio) y una semana en Quito (encuentro de estudiantes católicos), por lo que en realidad nunca había estado fuera de nuestra hermosa y maravillosa América Latina (desde que estoy viviendo en Rumanía me he vuelto tan amante de Chile y de América Latina). Entonces, creo que ahora ya he aclarado cosas más o menos generales para contarles el primer choque cultural que experimenté en este hermoso país.

Primero, es necesario señalar que estudiaría en Cluj-Napoca, Transilvania y no en Bucarest (capital). Segundo, el viaje. Fueron dos días completitos, de solo pensarlo me dan ganas de ir a tomar una ducha... Santiago-Buenos Aires, Buenos Aires-Frankfurt, Frankfurt-Bucarest ese fue el viaje en avión y desde Bucarest a Cluj, viaje en bus. Cuando vi el itinerario, pensé "Ok. no es tanto, no creo que sean más de cuatro horas de viaje en bus, pero solo Dios y los rumanos sabían cuán equivocadas estábamos con mi compañera (o colega, como dicen acá).

Empezamos el viaje un día viernes al medio día. Llegamos el sábado a las 1 am (o sea domingo) a Bucarest y teníamos que tomar el bus, que supuestamente lo tomaríamos en el mismo aeropuerto, a las 2:30 am. Cansadas, agotadas, hediondas y con sueño, con mi colega recogimos nuestro equipaje y emprendimos la búsqueda de la famosa estación de buses "dentro del aeropuerto". Preguntamos a los guardias (no hablaban inglés), a la vendedora de pasajes de tren y nadie sabía de ninguna estación de buses "FANY" con buses cuyo destino indicara Cluj-Napoca. Teníamos una referencia, la bendita "Casa Romaneasca" (con alfabeto y acentuación rumana, por supuesto) y claro, efectivamente la casa  existía, fuera del aeropuerto. Fuimos caminando (hacía frío, finales de invierno) y estaba al frente así que con mi compañera nos miramos y dijimos: chucha, hay que hacerlo no más: subir un paso peatonal con maletas para cruzar la carretera. Llegamos y el lugar decía Motel y había gente carreteando. Con luces medias flúor de color rojo que nos dejó la impresión de ser un lugar más para la entretención nocturna masculina que un lugar donde supuestamente debería estar la estación de buses que nos imaginamos con mi colega.  Cuento corto, no existía ninguna estación, nadie hablaba en inglés a esa hora de la noche y nosotras no teníamos ningún contacto con la empresa de buses, solo sabíamos que teníamos una reserva a nuestro nombre, que nos pasarían a buscar a las 2:30 y que no existía la estación, entonces, ¡¿Dónde mierda nos iban a recoger a las 2:30 AM?! Que no cunda el pánico, que regrese la calma, pero entre el frío, el sueño, el hambre y toda la incomodidad de dos días viajando, la calma estaba demasiado lejos como para volver. 

Con mi colega volvimos al aeropuerto, me saltaré la parte del taxi, la parte del caballero que nos ayudó y que sabía francés aparte de rumano, así que hice uso de mi francés con un señor que se notaba tenía un gran corazón. La única solución era contactar a alguien de Cluj para ver qué onda, en nuestros corazones sabíamos que ir a Bucarest, al centro de la ciudad, no era opción. Así que le pedimos el celular al taxista (hueón, yo estaba preocupada de ocupar el crédito del caballero, pero acá es tan barato hablar por teléfono, motivo para "otra entrada") Hablamos con una profe que nos ayudó mucho y que casi nos adoptó. Ella hizo todas las gestiones para que finalmente lográramos tomar el bus. Precisamente era frente a la famosa casa pero en la dirección norte. Nosotras subimos y cruzamos hacia la dirección opuesta.

Finalmente tomamos el bus: noche, frío y con mi colega lloramos (acá no lo mencioné, pero estuvimos bajo un nivel de estrés que no se lo recomiendo a nadie que visita un país y sale de su casa por primera vez). Tiempo estimado de viaje: 10 horas nos indican. ¿Qué?  ¿Por qué? ¡¡¡Si son sólo 400 km aproximadamente!!! Yo no entendía  nada y de noche todo era tan feo, el campo, las montañas, la oscuridad, el frío, entre nos hasta a las personas las encontré con cara de peligrosas, poco amistosas jajaja, pero es la impresión de todos los factores mencionados anteriormente... Qué mierda hacemos tan lejos de casa, eso pensé todo el camino, porque no podía dormir. El bus era un bus clásico SIN BAÑO para 10 horas de viaje. SIN BAÑO. Insisto. Entonces, no se reclinaba casi nada y fue difícil dormir para mi. Cuando ya aclaró logré percibir que las carreteras son como la Ruta 5 Sur en los años 90 : una pista dirección norte, una pista dirección sur. Es todo. Si hay camiones delante tuyo: cagaste. 

A eso le sumamos que el bus se detuvo en todos los benditos pueblos en dirección a Cluj, no los anoté todos, pero de seguro no hay una línea recta hacia el norte, sino una serpeteante que se hace espacio entre la geografía rumana: carpatos y toda macro o micro forma que se puedan imaginar. Similar a la vía férrea que hace que el mismo viaje de Bucarest a Cluj dure 12 horas (¡pánico otra vez!). 

He ahí el primer choque, los tiempos de viaje entre ciudades, la interconectividad del país. Acá se usa harto el tren, el bus, el auto, ponerse de acuerdo con gente, y el avión. Sí, en el último caso se da mucho eso de comprar pasajes "low cost", algo que está entrando de a poco al mercado de aerolíneas chileno (ojalá resulte bien, porque de verdad ahorra tiempo y esperemos que lucas). 

La verdad es que desde que llegué aquí hay muchas cosas que me han chocado de este país, sin embargo la idea de la Carmela en Europa es precisamente compartir estas experiencias que en muchos casos son entretenidas, en otros no tanto. En otro momento me encantaría detenerme a contarles un poco más acerca del transporte público rumano y su funcionamiento. Como lo mencioné en párrafos anteriores, espero que este fanatismo exacerbado por todo lo bueno de Chile se vaya pasando, según mis lecturas ñoñas forman parte de un proceso de adaptación a la nueva cultura y es inevitable caer en comparaciones. 

La revedere! (nuestra frase de despedida favorita con mi colega, fue la primera que aprendimos y aplicamos cuando nos sumergimos en cuanta tienda second hand encontramos en el centro)