Estoy de vacaciones. Qué rico ¿no? Y lo he pasado increíble. Mucho sol, playa, comida rica, mucho tuto, mucho regaloneo y por sobre todo "mucho Chile". Pero no se confundan, sigo en Francia. Con mucho Chile me refiero a: muchas redes sociales, muchos programas de televisión, harto Café con Nata, La Voz de Los que Sobran, mucho meme. Modo "full campaña" en miras al plebiscito de salida. Sí, en cuatro días tenemos elecciones en Chile, nuevamente. Y voy con todo. Sin más introducción: APRUEBO la nueva propuesta de constitución y lo hago feliz y llena de esperanza.
¿Por qué "Apruebo"? Me hago esta pregunta, y la
respuesta es tan amplia que no sé muy bien por donde empezar. Porque hay tanto que decir.
Es ya sabido por quienes me han leído antes o quienes me conocen, que provengo de una familia humilde. De campo. Muy orgullosos, de tradición huasa. Mis mapadres son personas que con mucho trabajo hicieron lo que pudieron para sacar adelante a una familia con cinco hijes. Cinco, ¿pueden imaginar lo difícil que es criar cinco hijos en Chile? Les cuento: hoy como adulta miro todo lo que hicieron mis mapadres y no me parece en lo absoluto extraño que ya no estén juntos, les tocó super dura tarea. Recuerdo de niña que enfermarse era un problema, que cuando llegaba marzo había peleas. Que siempre a última hora llegaba la plata para comprar uniformes, libros, zapatos. Era común usar cosas sin marcas, porque comprar marca era imposible. Hoy miro desde lejos mucha precariedad. Pero en su momento, no recuerdo haberla sentido tan así. Era normal que las discusiones de mis mapadres fuera por plata. Que hay que pagar el arriendo, que hay que pagar las cuotas del curso. Que a X se le rompieron los zapatos, que a Y le queda chica la parca, etc. Y a veces realmente no había plata. En la época de la U, marzo era una hecatombe económica. Partamos de la base que con mis hermanos trabajábamos mientras estudiábamos, que a veces no había plata para el arriendo, para el pasaje, que costaba mucho juntar la plata de la matrícula y algunos estudiamos becados y con Fondo Solidario (¡menos mal que no tuvimos CAE!). Que muchas veces llamé a mi papá para pedirle plata y no tenía o que otras veces él me llamaba para que le transfiriera parte de mi mesada a alguno de mis hermanos, porque había que ayudarse entre sí. Es importante agregar que de los cinco hijes, sólo tres logramos llegar a la universidad. Sí, primera generación. ¿Qué pasó con los otros dos? Uno dejó la escuela y se puso a trabajar con mi padre. El otro, siguió la vía del técnico profesional y se puso a trabajar de inmediato una vez que egresó de la educación media.
Me da pudor hablar tan directamente de las carencias. Pero no debería. Ser pobre no es deshonesto y dentro de Chile somos una gran mayoría que vive de manera precarizada. Y porqué digo ser pobre, pues porque pertenecemos a ese grupo social que quizás no vive con el sueldo mínimo, pero al que sin embargo aún le sigue costando llegar a fin de mes. Y porque no le tengo miedo a ese término. Lo miro de frente, lo crearon los "expertos" crearon a los pobres y a la clase media, que finalmente es una clase también empobrecida. La precariedad fue mi realidad por mucho tiempo. Hacer la bicicleta todos los meses, pasar los últimos días del mes con la platita justa pa'l pasaje. Que llegue el sueldo y repartirlo pagando cuentas y quedarme con la mitad en las manos para seguir viviendo el resto del mes.
Para mi esa realidad cambió, pero fue algo circunstancial y también un tema de "aventurarse". Esa es herencia de la familia, el moverse... el salir a "buscar la vida". Me fui de Chile a conocer otra realidad, porque sabía que había algo mejor para mí. Estaba media cansada de trabajar con un sueldo "bueno" pero que no me permitía hacer mucho. Sin mayores ataduras, decidí emigrar porque tengo herramientas que me lo permiten: hablo inglés y francés fluido. Así que me agarré de la opción que tenía a la mano para viajar a Francia a descubrir... Lo hice de forma segura, lo hice con un trabajo estable. Lo hice sin miedo... y realmente, a pesar de ser una mujer migrante, mi condición y calidad de vida cambiaron. Y cambiaron para bien. Ahora con un poco más de perspectiva me pregunto, ¿Cómo llegó ese cambio?
Honestamente, soy una convencida que nuestra vida cotidiana está marcada por la política y sus dirigentes. Está marcada por las decisiones que unos pocos toman para reglamentar nuestras vidas. Sí, lo que sucede a nuestro alrededor es tan potente como las decisiones personales. Yo no creo en la cultura del arreglárselas como se pueda. Ya no. Me aterra eso de rascarse con las propias uñas... es tan injusto. Cuando vivía en Chile, estaba (y está) todo marcado por la élite política y económica. Aquí en Francia, es la misma cuestión. Yo, a muy temprana edad me interesé por conocer más sobre política. La universidad fue mi gran escuela, tanto en la UdeC como en la Ufro. De hecho, el 2020 cuando empecé un diplomado en estudios latinoamericanos en la Universidad Sorbonne Nouvelle (aquí en Francia), descubrí que la economía es tremendamente atractiva como ciencia social (sí... es una ciencia social). En mis clases de historia latinoamericana, de economía (macroeconomía) de ciencias políticas, junto con todo el capital cultural que traigo a cuestas, más mis 30 años viviendo en Chile, me permitieron comprender que la sola forma de hacer cambios significativos es a través de la distribución del poder y también de la riqueza. Pero qué difícil. Qué difícil cuando la historia de nuestro continente está marcada por por el atropello, por la deshumanización, por las desapariciones y por una violencia que congela. Así estuvimos mucho tiempo. Congelades. Algunos dicen dormidos, porque a partir del Estallido Social: despertamos.
Hoy vivo en un país que tiene un Estado social que garantiza derechos fundamentales (aunque actualmente, el vuelco hacia el neoliberalismo está destruyendo el sistema francés, pero esperemos que la gente no permita que eso suceda y no les pase lo mismo que a nosotros). Lo diré en simple: aunque el costo de vida es más caro, mi trabajo me permite vivir dignamente. El sueldo alcanza, a pesar de que pago "harta plata" todos los meses por concepto de cotizaciones sociales, salud, etc. Me queda sueldo a final de mes. Me queda sueldo para ahorrar. Por primera vez en la vida. Me demoré meses en darme cuenta. Tener un colchoncito por primera vez, trajo consigo un mejoramiento en mi salud mental. No se imaginan lo que "relaja" llegar a fin de mes con plata en los bolsillos. Con plata... no hablo de chauchas... digo, quedar con un colchoncito al que se pueda recurrir en caso de cualquier eventualidad. Y nutro ese colchoncito día a día porque sé lo angustiante que es "no tener ni uno". No soy millonaria, soy una trabajadora que depende del sueldo que recibe mes a mes.
¿Por qué voto Apruebo? Leí completita la propuesta de nueva Constitución. Seguí el proceso. He participado de todas las elecciones que el sistema actual me permite estando en el extranjero. Una amiga me trajo la propuesta y me leí en un ratito todo los capítulos referentes a los derechos fundamentales. Y les confieso, lloré. Reí y lloré. Como dicen por ahí escritores y cineastas "mi país imaginario". Se lee tan lindo el papel. Y pensé, es como donde vivo ahora. Guardando las proporciones, claro. Pero se acerca a eso. Cuando hablamos de que la Constitución busca garantizar derechos sociales básicos. Que busca que las mujeres, niños, niñas, adolescentes, diversidades y disidencias sexuales y de género podrán vivir en un país libre de violencia, me emociona hasta las lágrimas. Porque siendo mujer, víctima del sistema opresor, de la sociedad que nos ningunea día a día, porque fui víctima de violencia machista, me emociona saber que al menos intentaremos construir una sociedad en donde seamos consideradas, considerados, considerades, y en una sociedad en por fin aprendamos a respetarnos simplemente porque somos personas. Porque hay espacio para cada persona. Cuando leo que los pueblos originarios serán reconocidos, que la naturaleza y recursos naturales serán protegidos, que el agua dejará de ser un bien privado y pasará a ser un bien público, me emociono.
Cuando leo que la nueva constitución busca distribuir tanto el poder como la riqueza, me conmuevo. Me acuerdo de mi versión infantil. Me acuerdo de esa niña, de esa adolescente que vivió carencias. Que se preocupó en cómo hacer para poder estudiar cuando debería haber disfrutado de su adolescencia de otra manera. Hace tres años que no vivo en Chile, pero mi cuerpo, mi salud mental siguen aún sintiendo los dolores de la injusticia social. Suena extraño, ¿no? pero las terapias que puedo pagar, los problemas de relación con la comida, el estrés constante y el no saber disfrutar sin culpas. Es producto en gran medida del "modo supervivencia" bajo el cual viví por tantos años. El modelo bajo el cual hoy viven mi familia, mis amigues, tantas personas que están agotadas porque el cuerpo no da más. Ya no resistimos más injusticia. Voto apruebo por las nuevas generaciones. Yo no sé si volveré un día a vivir a Chile (obvio que estoy que corto las huinchas por ir lo antes posible a abrazar a esa gente hermosa que tanto amo). Pero mi familia sigue ahí. Mis amigues y sus hijes. Por los niños, niñas y adolescentes que están sufriendo hoy. Por esas guaguas que acaban de nacer... por esas personas. Por la recuperación de la dignidad. Voto apruebo por mi, como una forma de reparación a mi versión más joven. Porque nos lo merecemos. Porque ya fue suficiente.