La última vez que escribí mi mundo estaba revuelto por las manifestaciones sociales que comenzaron en Chile el 18 de octubre. De hecho ya han pasado casi siete meses y en Chile la crisis continúa, agudizándose aún más con la crisis sanitaria que nos avecina. Sí, hablo del Corona Virus y de los estragos que ya comienza a producir en el sistema de salud chileno. Una actualización: la Carmela continúa en Francia, en este pueblo que se llama Denain y debido al contexto pandémico que afecta a todo el mundo, tanto a nivel sanitario como económico, hoy luego de más de cincuenta días de encierro me atrevo a escribir para compartir un poco "como vivo la crisis" (mentira, no les contaré esos detalles solo un hecho puntual con la lluvia). En realidad, más que los ires y devenires y la gran incertidumbre que nos circunda a muchos por estos días, por segunda vez en mi vida estoy experimentando un verano en el viejo continente (aunque técnicamente aún estamos en primavera). Y hoy una tarde de encierro de día sábado (normalmente no uso mi notebook los fines de semana, pero ¡qué va, tengo ganas de escribir!) me encuentro nuevamente con esta particularidad de experimentar un sol exquisito seguido de una grata lluvia. Pensé en Rumania cuando el cielo del norte de Francia comenzaba de a poquito a nublarse, de a poquito comencé sentir que la humedad aumentaba y mientras intentaba continuar leyendo el Segundo Sexo (es un libro que leo por partes, porque hay mucha información importante que procesar), comienzo a sentir las gotas caer... Ha sido una lluvia ligera, que desde el encierro del confinamiento y la seguridad de mi ventana me ha regalado un recuerdo bonito de las muchas tormentas que me permitían huir de los tiempos de crisis de aquél entonces, en aquella Cluj de hace cuatro años.
Hoy la lluvia me transporta a esa ciudad y también me conecta con mis tierras, tan lejanas hoy. ¿Les pasa que el olor a tierra mojada les trae recuerdos de infancia? A mi sí. Me trae recuerdos de Teno, de El Guanaco y el grito de mi mamá "La rooooopa, ayúdenme a recoger la ropa", recuerdos de Concepción y las veces en que una nube juguetona me empapó mientras deambulaba por el campus y que luego burlona seguía su ritmo mientras el sol volvía a alumbrar. Claramente una burla para los muchos estudiantes que mojados, buscábamos el radiador más cercano y dentro de lo posible libre, para secar nuestras ropas. También recuerdo mucho a Temuco, ¡tanto que me gusta esa ciudad! Muchas veces salí a caminar bajo la lluvia, hacía el recorrido desde la oficina hasta mi casa bajo el agua, a veces bajo un paraguas gigante que me permitía mantener esa distancia social que entonces era voluntaria y que hoy es la impuesta manera de relacionarnos. Hace unos días atrás viví el mismo fenómeno de día soleado, pero esa vez acompañado de una tormenta eléctrica que explotó y me hizo conectar quizás con ese rincón salvaje que llevo dentro. Surgió esa sensación de querer salir al patio del edificio, que por lo demás tiene un par de árboles hermosos y un poco de pasto, para correr a pies descalzos... No sé si tienen el mismo imaginario de la mujer con vestido tipo solera, liviano, que se mueve al viento con facilidad, la típica imagen de película gringa o de teleserie mexicana (no sé porqué me vino a la cabeza la imagen de Thalía en esas pintas pero llorando por algún drama con el típico macho (fernando Colunga), la relación romántica malograda en la que los enamorados sufren hasta que logran estar juntos en un seudo "felices por siempre" dentro del mundo patriarcal) en la que se erotiza a la mujer bajo la lluvia. Sin embargo, yo conecté a través de esa imagen con la naturaleza. Digo que me conecté, pues, en esa conjugación de lluvia-tierra-pies descalzos, siento que la mezcla de aromas que emergen de la combinación humedad-tierra- pavimento podrían tener alguna relación con nuestro lado más primitivo.
Cuando digo "nuestro" claramente me refiero a esa conexión con lo femenino: mujer-tierra. La verdad, últimamente me siento muy conectada con eso, quizás el encierro de tanto días hace que inconscientemente me sienta más atraída de lo normal por la naturaleza, puede que sean los tantos meses lejos de Chile, de mi gente que hace que en los olores de "campo" los extrañe y los sienta más cerca que nunca. Puede ser que simplemente el encierro ya tiene sus efectos y el aire libre, fresco, una caminata por aquí por allá se estén haciendo más necesarias que nunca. Retomando esta idea de la mujer en vestido de verano con pies descalzos al aire libre y disfrutando de la lluvia, les cuento que seguirá ahí en el imaginario de la lista de "pendientes" porque claramente no fui a apoderarme de esas ganas de conectarme con la tierra. Es segunda vez que me pasa que tengo quiero salir corriendo a recibir el agua. Tal vez como diría por ahí una buena amiga: "Vale tienes que escuchar al cuerpo y salir a mojarte a pata pela'!". Veamos si me atrevo a salir a disfrutar cuando me encuentre con la tercera lluvia o tormenta de verano en estos tiempos de cuarentena.